Las Casas de Acogida
La compañera Lluisa Serra nos habla con absoluta delicadeza de la importancia de nuestros gestos, como por ejemplo, ser casas de acogida. Precioso y emotivo artículo que fue publicado en la revista Gidona , junio 2020
Las casas de acogida son un faro en la obscuridad, una madera donde aferrarse en medio de un temporal, una mano extendida que llega justo en el momento antes de caer. ACOGER significa dejar entrar en tu casa un ser vivo asustado, con una mochila cargada de malas experiencias. Algunos, en el primer momento, te miran y gruñen enseñando los dientes, otros agachan la cabeza, sumisos, y todos, del primero al último, te muestran unos ojos abiertos de par en par por el miedo. ACOGER es un acto de amor incondicional porqué lo que realmente importa es el ser vivo, peludo y frágil que tienes ante ti, y tu, la acogedora, pasas a ser un instrumento, el bote en el naufragio.
Pero, ¿por qué ACOGER? Que ganas de complicarme la vida, ¿no? Ya volvemos con el yo, yo y siempre yo. Tenemos que cambiar la mirada. No soy yo, es él quien me necesita. Si no lo acojo acabará abandonado en una carretera o en una perrera, compartiendo un reducido espacio con otros animales estresados, violentados en su dignidad animal. Mal pronóstico.
ACOGER. Sólo pronunciar la palabra, una fina vibración te conecta con el corazón. Las vocales están muy bien dispuestas. Una A que abre los labios seguida de la O que los cierra y para terminar, una I que te dibuja la sonrisa en el rostro. Disculpad, otra vez vuelvo a jugar con las palabras y no quiero jugar, sino convencer.
Imagina que te decides a ACOGER. Vas a buscar un peludo a un lugar indeterminado. Te cuentan mil historias sobre la situación de no poder continuar manteniendo el perro en casa, incluso pretenden tu complicidad y te muerdes la lengua indignada. Te invade una gran inquietud. ¿Se acostumbrará a estar en casa? ¿Se llevará bien con el gato? ¿Y si empieza a destrozarlo todo? ¿Y si...? A pesar de todas las dudas sigues adelante. Los primeros días se muestra arisco, desconfiado, no se mueve de la puerta y tu, con una paciencia que no te conocías, te lo vas ganando, lentamente. Va entendiendo que le quieres, que no vas a hacerle daño y finalmente llega el gran momento, cuando te demuestra que confía en ti. Este instante extraordinario da sentido a tu esfuerzo. Lo has recuperado. Lo has devuelto a la vida. Lo has acogido.
Pasa un tiempo y ya te has acostumbrado a tenerlo por casa, es uno más de la familia. Entonces te avisan que hay alguien interesado en adoptar. Vuelve la angustia del primer día. ¿Estará bien? ¿Lo volverán a abandonar? Sientes tristeza, pero ¿como le puedes negar el calor definitivo de un hogar? Ya sabias que era una situación temporal. Quizás llores porqué cuando queremos nos cuesta mucho dejar ir, aunque en este llanto habrá también la alegría de pensar que lo has hecho bien y que la vida de este peludo será maravillosa y tu, después de la experiencia, querrás volver a ACOGER. Estoy segura.
Las casas de acogida reciben animales que han sido maltratados, abandonados. Necesitan un espacio donde recuperarse, donde volver a confiar en los humanos y volver a su labor: protegernos, hacernos compañía... Si decides ACOGER, su agradecimiento será infinito y el nuestro, también.
Lluïsa Serra